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La gran esperanza blanca Destacado

By Redacción Septiembre 29, 2015 2908

Por Julio C. Pacheco

«La victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana». Lo dijera Napoleón, John F. Kennedy o alguno de sus escribientes perdidos en el olvido del tiempo; esta frase siempre estará viva, muy viva.

La gran esperanza política parece llamarse hoy Albert Rivera. Del argumentario del sentido común -recurso muy utilizado cuando no se tienen verdaderos argumentos sólidos- es ahora al de la sensatez donde se apela desde que los dos grandes partidos decidieron que para salvar a España -con toda la celeridad del mundo- había que reformar el artículo 135 de nuestra Constitución, anteponiendo el pago de nuestra deuda pública a cualquier otro gasto, `prioridad absoluta´. Dado el caso, anteponiéndola a los gastos sociales y a los más básicos. Fue el momento en el que, el entonces presidente Rodríguez Zapatero, y por ende el PSOE, capituló el jaque mate de su gobierno. Con un país hundido en una gravísima crisis, un gigantesco desempleo en alza y un presidente que en medidas económicas para gestionar la situación -el bolsillo de cada votante- estaba perdido. Todo un país buscando una tabla antes de que terminara de hundirse el barco.

A día de hoy somos testigos de un Partido Popular que ha tenido que gestionar la crisis -que cada uno califique cómo- en la que todavía estamos, con unos buenos indicadores económicos que no llegan a materializarse en las casas de demasiadas familias. Escandalosos casos de corrupción que mientras que los gobiernos eran socialistas parecen haber sido más colectivizados con un aparente espíritu casi social de simple mala gestión. Los que se han producido dentro PP dan la apariencia de haber sido más `por lo privado´, fruto del uso del capitalismo más rapaz. Todos ellos con un factor común: los de arriba nunca se enteraban que hacían sus subordinados.

Aparecieron en la escena política UPyD, Ciudadanos y Podemos, marcando territorio -con mejor o peor suerte- una elección tras otra. Pero ha sido en este último plebiscito fallido de Cataluña donde Albert Rivera ha dado visos de ser un futurible caballo ganador para unas elecciones nacionales. Caballo que puede generar ilusión y ojalá que aparezcan caras nuevas, no las de siempre. Que éstas generen algo de confianza a una población hastiada de simples colocados por la política, enfermedad de la que parece muy difícil que no se contagie todo el que llega nuevo. Simples ciudadanos que quieran aportar su ilusión y sus conocimientos.

De todas formas pienso que dentro de esto del juego político y la fragmentación política a nivel nacional de la que vamos a ser testigos más vale que, vista la veta de oro político, le ponga un gran condón al partido. Cuatro cohortes de trincones, sinvergüenzas, resentidos y frustrados de la cosa han puesto ya rumbo para aterrizar en sus filas.

Supongo que será un partido como otro cualquiera al que no le prometo querencia de ningún tipo. Sin un pasado corrupto, aunque sin experiencia de gobierno que intentarán, junto a los errores que comentan antes de diciembre, utilizarlos para zancadillear a la formación: gajes del oficio. Por lo menos estos no tienen familias militantes de toda la vida, ni nenes del partido provenientes de las Juventudes Ciudadanas, ni todas esas paparruchadas. Con tal de que no huela nuestra política del siglo XXI a Roucos y Varelas...

En materia de derechos civiles con que no muestren el mismo convencimiento y naturalidad -por estudios de mercado- del presidente Rajoy en el tema del aborto, o la boda en la que asistió como testigo del miembro de su partido, Javier Maroto, con su compañero sentimental. Vamos una situación tan innata dentro del ideario popular como los sería el abrazo de un israelita y un palestino en Gaza. 

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