Este 31 de diciembre volveremos a repetir la misma liturgia. Un año que se va y otro que llega y así, año tras año hasta que este cuerpo animado aguante este devenir, esta vida que transcurre entre lágrimas y risas, entre esperanzas y deseos anhelados que quieren satisfacer una felicidad connatural en el ser humano. Queramos o no el tiempo no se detiene. Queremos detenerlo, someterlo, dominarle. Imposible. El tiempo es libre, más que nosotros. Cuando llegue el día 1 de enero todo será nuevo; deseos, compromisos, objetivos, ilusiones, propósitos. Por unos instantes todo parecerá nuevo, hasta nuestras ganas de vivir y afrontar la vida, pero conocemos de sobra que a partir del día 8 ó 9 de enero todo volverá a la normalidad. Una paradoja, una convivencia entre lo nuevo y lo mismo.

Pero no quiero bañar con un tinte de tristeza o añoranza estas fechas, más bien todo lo contrario. Quiero alentarme a mí mismo, también a vosotros, a vivir este nuevo año de una manera nueva, distinta, pensando en qué vamos a dedicar nuestro tiempo, a no vivir de cualquier manera, a no caer en la rutina que destruye, a pensar un poco más en los demás, y todo ello, bañado con la fragancia de la solidaridad, el amor, el perdón y la paz.

Espero y deseo que este nuevo año venga cargado de derechos e igualdades, de justicia y libertad, de trabajo y de salud, de bienestar y oportunidades para todos, también con una buena dosis de honradez y sentido común que tanta falta hace en nuestra sociedad.

Este año sólo será nuevo si vivimos de una manera nueva, sobre todo, más humana. Vivamos cada día como si fuera el único día de nuestra vida, como si fuera el primero y el último. Tal vez así el próximo año que ya está llamando a nuestra puerta pueda ser mejor.

Somos tiempo y espacio. Ellos nos poseen, pero nos permiten ser libres y vivir la vida. Feliz salida de año y mejor llegada del 2018. Un abrazo a todos. Ánimo y adelante.