Marzo 28, 2024

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Sigue nadando, Pececillo

Por Darío Iglesias Muñoz

Querido Gabriel, permíteme dirigirme a ti en esta semana, primero porque te lo mereces y segundo porque es justo y necesario. También porque lo necesito.

Hoy siento mucha rabia y la rabia nos lleva a preguntar lo que no debemos. Me confieso cristiano y, como tal, se me vienen a la cabeza aquellas palabras de Aquel Nazareno que crucificaron injustamente, como injusta ha sido tu muerte; “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, pero tal vez por mi poca fe o quizás por mi debilidad humana, aparecen en mí otros sentimientos muy distintos a esas palabras del Nazareno. Siento rabia, odio, impotencia. Ojalá me pareciese un poco a tu madre que, a pesar del dolor y el sufrimiento, nos ha dado a todos un ejemplo de vida.

Ella ha sabido convertir el odio en amor: “os pido en nombre de mi hijo que lo que tiene que inundar ahora mismo a España son los mensajes de esperanza y cariño que había hacia Gabriel y ese movimiento de buenas personas y no la rabia y el odio”. Parece ser verdad aquello de que en la adversidad una persona es salvada por la esperanza. Cuando lo que nos sale es la venganza, cuando desde las entrañas surge lo más miserable del ser humano, el amor es capaz de todo. Y ante ese desgarro inhumano donde ha desaparecido lo más preciado de la vida, un hijo, esos padres han respondido con amor ante la monstruosidad más miserable y ruin.

Sé que es momento de llorar y de acompañar. Ya no se puede hacer nada. Sólo vivir desde el recuerdo y hacer que nuestra memoria no se apague. Querido Gabriel, quiero que te recordemos y te mantengamos vivo en nuestros corazones. También quiero pedirte perdón en nombre de muchas personas buenas por esta injusticia que han cometido contigo.

Como escribía Mario Benedetti, “aunque el frio queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento”, tenemos que seguir adelante y seguir viviendo. La vida sigue, no se para. Permíteme desahogarme y reivindicar lo que creo que es justo; luchar para que “las brujas”, como decía tu madre, estén donde tengan que estar. Es el momento de la justicia, pero de una “justicia justa”. Luchemos por una prisión permanente revisable. No es justo que una persona tan mezquina y miserable, capaz de quitar la vida a una persona, esté a la vuelta de unos años paseándose como si nada hubiese ocurrido. Hay quienes no están de acuerdo en esto. Sólo les pido desde estas líneas, que dejen atrás políticas partidistas e ideologías y se pongan en el lugar de quienes están sufriendo, que se pongan del lado de las víctimas y no de los asesinos reivindicando sus derechos, que tomen conciencia y piensen con el corazón. Tal vez ellos tengan también hijos e hijas.

Querido Gabriel, quiero darte las gracias por tanto amor y tanto cariño recibido, el que tú has generado en el corazón de tanta buena gente. Y quiero terminar esta carta que tiene como destino el cielo, con unos versos de aquella canción que tanto te gustaba, con el deseo de que, entre todos, construyamos un mundo más humano y feliz.

“El mundo está lleno de mujeres y hombres buenos, así que le canto a los coherentes, a los humildes que buscan la paz, a los seres sensibles que cuidan de otros seres y saben amar”.

Con mucho cariño, en nombre de muchos y muchas que en estos días hemos empezado a quererte.

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