Esta dieta posee beneficios que se han relacionado con la mejora del perfil lipídico, ya que su consumo aumenta el HDL (colesterol bueno), a la vez que reduce el LDL (colesterol malo). Además es una alimentación rica en fibras y antioxidantes. Estos efectos biológicos, y muchos más, permiten considerarla como una excelente propuesta para la prevención de la enfermedad coronaria.

Se pueden realizar cinco comidas al día: desayuno, media mañana, almuerzo, merienda y cena.

El desayuno nos aportará energía para el adecuado rendimiento físico e intelectual diario. Para ello, el desayuno está compuesto por la triada siguiente: lácteos, cereales y fruta.

A media mañana podemos tomar una pieza de fruta con un yogurt; café con una tostada con aceite de oliva; un bocadillo con queso y tomate y fruta.

El almuerzo puede estar compuesto por una ración de arroz, pasta, patatas o legumbres con guarnición  de ensalada o verduras; o bien una ración de carne o pescado, una pieza de pan, fruta y agua.

Para la merienda podemos elegir una fruta, leche, yogurt, o un bocadillo. 

La cena, al ser la última comida del día, debe incluir aquellos alimentos que no hemos consumido en el almuerzo y sean fáciles de digerir como, verduras cocidas, sopas, pescados o lácteos, para tener un sueño reparador no perturbado por una digestión difícil.