Abril 25, 2024

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¿Está España tan contenta cómo Sanxenxo?

Por Julio C. Pacheco

¿Hartos ya del show del emérito desabrochado? Pues lamento comunicarles que todavía queda de su regreso descontrolado chorros de tinta, aunque para no quedarnos donde anda él, y para ser más exactos, nos quedan muchos megabytes de soportarle tonterías -a título honorífico-.

En modo exprés nuestro presidente Sánchez puso a su Fiscalía y a su Agencia Tributaria a blanquearle la fachada legal. Y cuando todos pensábamos que se había retirado al Monasterio de Yuste pero al neoestilo del petrodólar mahometano, se nos presenta de nuevo por la puerta grande cual exhibicionista desenfrenado. Contento dicen que anda su hijo y su nuera.

Si las historias sobre las reyertas familiares han sido innumerables en todos los tiempos, ya tratándose de temas reales la cosa tiene siempre un gran plus. Y claro, en esta España si alguna institución medio funciona, visto lo visto de los espectáculos frentistas y el ultrabajo nivel político que sufrimos actualmente, pues a darles gasolina contra Felipe III que ha venido el emérito a hacer experimentos (como anda el patio con una pandemia y no con pequeños problemas) con gaseosa no, con Moët & Chandon que para eso tiene quien le invite.

Pero hay que ser humanos que el hombre tiene ya una avanzada edad y tiene el gran mérito de haberse cepillado un golpe de Estado. Y no sean tal mal pensados que él no se ha cepillado todo, todo lo que se le ha pasado por delante aunque a nadie le amarga una Corinna, y en sus tiempos mozos ella estaba, no para perder un reino, sino para perder todo un imperio. Y ahora el hombre anda mayor. Ya saben: los achaques, los caprichos equivocados a esas edades, en el final de su camino, la vuelta al hogar entre los suyos… Deberíamos considerarlo el entrañable y campechano abuelete de todos los españoles que se equivocó y ahora vuelve henchido de cariño para todos (lo único que trae, el resto lo ha dejado a buen recaudo).

Hagamos un pequeño ejercicio de imaginación y pensemos que fuera realmente nuestro abuelo. Pues ya es nuestro abuelo. En un mal día sale a la aventura de sacar de un cajero el dinero de su pensión, que no es cómo ir a cazar elefantes pero hoy en día para la gente mayor se ha convertido en toda una aventura. Lo empujan para robarle el dinero y cae al suelo (lo habitual es que la mayoría de nuestros abuelos no lleven tres guardias pretorianas para protegerlos).

De la caída le duele la cadera de la que ya andaba fastidiado. Ahí la cosa se complica. Lo acercan a Urgencias. Las Urgencias a todo trapo con un personal insuficiente y sobrecargado de trabajo. Placas y si la cosa no la ven demasiado grave, analgésicos, antiinflamatorios y reposo domiciliario. Viendo que no hay mejoría pide cita para el médico de familia. Cuando consigue la cita éste vuelve a solicitarle otras. Lo llevan a que se las hagan. Luego otra vez al médico de familia. Éste detecta que la cadera ha empeorado cómo consecuencia de la caída y lo deriva al especialista.

A esperar… Cuando lo ve el especialista le solicita más pruebas radiológicas. Una vez que ve los resultados le diagnostica que la cadera derecha la tiene muy mal y que le van a poner una prótesis. A esperar… Recibe una comunicación por si quiere ser derivado a una clínica privada concertada… Y sino a esperar más… Rehabilitación… A esperar...

Imposible identificarse con un abuelo así, ¿verdad? El que nos ha tocado a todos los españoles ha vuelto en plan bravucón, caprichoso, altivo y decadente; lo de “campechano” es evidente que le ha caducado. Actualmente es un emérito fijo discontinuo porque si su residencia la fijara en España tendría que dar cuenta de sus cuentas en el extranjero y la está liando bien liada. Me temo que este tema no ha hecho nada más que empezar.

¡No cabíamos en casa y nos cayó el emérito!

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