En esta vida que pasa entre penas y alegrías, entre logros y fracasos, nos vamos marcando objetivos que queremos cumplir y proyectos que queremos realizar. Gran parte de la vida se nos va en ello. Es humano, loable y satisfactorio. Todos nos queremos subir al carro del éxito, el ser humano lo necesita para sentirse realizado y feliz, sobre todo, cuando el éxito alcanzado es fruto del trabajo bien hecho, del esfuerzo personal y de haber tomado la decisión correcta. Cuando esto es así, ese logro exitoso es merecedor del reconocimiento de la gente y sobre todo de la felicitación y agradecimiento a aquel que lo ha conseguido.

Pero en este mundo de envidias y egoísmos, de mentiras y de verdades a medias, no todo el mundo puede presumir de honradez y sinceridad. Hay gente que, siguiendo sus deseos de triunfo, se suben al carro del éxito ajeno colgándose ellos las medallas que les corresponden a otros.

Esto de lo que hablo se da mucho en política. Sin ir más lejos, estamos viendo cómo últimamente en estos lares de la política barreña hay quienes se cuelgan esas medallas ajenas atribuyendo a sus personalidades, el trabajo, el esfuerzo, la dedicación, la preocupación y el éxito de otros. Es lo que tenemos. Se acercan las elecciones y ahora toca demostrar con creces “el interés y la preocupación” por los barreños y barreñas, sea como sea y al precio que sea, aunque sea faltando a la verdad. Menos mal que la verdad sólo tiene un camino y, tarde o temprano, sale a relucir. La verdad de quienes se preocupan más por el pueblo, por los intereses institucionales, que por las siglas de partido, saldrá a la luz.

Todavía queda decencia, honradez, compromiso y sinceridad en algunos partidos políticos a pesar de la corrupción que les acecha. Sigo pensando que corruptos no son los partidos, las siglas, sino algunos personajes que conforman ese partido. Además, hay quienes siguen demostrando, a pesar de las dificultades y adversidades, que todavía son capaces de gobernar con entereza, compromiso, firmeza y elegancia. Yo apuesto por ellos porque, en la debilidad, se crece y se fortalecen las ilusiones.

Quiero terminar esta pequeña reflexión, animando a quienes se sientan aludidos por estas líneas, a ser más objetivos, honrados, sinceros, honestos, comprometidos y, sobre todo, más justos y verdaderos para que resplandezca la verdad y no la falsedad que con alas al viento vuela incansable. Un abrazo a todos. Ánimo y adelante.